La membrana amniótica
es una de las capas de la placenta, y se trata de un tejido
muy útil para tratar diversas enfermedades de los ojos
(lesiones cicatrizantes, quemaduras, úlceras, pterigion
recurrente, queratopatía bullosa, tumores).
Este tejido se obtiene
de placentas procedentes de partos por cesárea, y se procesa
de forma adecuada bajo condiciones de esterilidad y cumpliendo
los protocolos de garantía para evitar la transmisión
de enfermedades infecciosas (hepatitis, SIDA, sífilis).
La operación consiste
en el empleo de determinadas técnicas encaminadas a reconstruir
la superficie del ojo enfermo (córnea y/o conjuntiva)
con una finalidad curativa y/o paliativa (alivio de las
molestias oculares). En el caso de ulceraciones severas,
asociadas o no a perforaciones del ojo, puede ser necesario
utilizar medidas de urgencia como injertos de esclerótica,
adhesivos o recubrimientos de conjuntiva.
Los riesgos más importantes
derivados de la anestesia (locorregional o general), si
bien son muy poco frecuentes, son los siguientes: ptosis
palpebral, hemorragia retrobulbar, oclusión de la arteria
central de la retina, lesión del nervio óptico, perforación
del ojo, complicaciones cardiorrespiratorias de intensidad
variable (eventualmente mortal) y reacción tóxico-alérgica.
Las posibles complicaciones
más importantes, derivadas de la propia intervención quirúrgica
y/o de los tratamientos asociados, son las siguientes:
- Perforación ocular, infecciones,
- aumento de la tensión ocular,
- cataratas secundarias.
La membrana amniótica
puede desprenderse en el postoperatorio, antes de prender
en el ojo, y hacer necesario repetir el procedimiento.
Por otra parte, la enfermedad inicial puede recurrir por
su propia naturaleza.